A la hora de aprender un nuevo idioma, todos sabemos que a los niños les resulta más fácil que a los adultos.
Normalmente los pequeños tienen todo el tiempo del mundo, ningún estrés, una mente muy flexible y les encanta imitar, de hecho, el acento que adopte un niño casi siempre será más acertado que el que consiga un adulto. Pero los mayores también tenemos nuestras bazas como el conocimiento de la mecánica y la estructura del idioma y la capacidad para entender mejor cuestiones gramaticales.
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Normalmente, en una familia de emigrantes los adultos acabarán teniendo más o menos el mismo nivel que sus hijos del idioma de acogida, aunque les resultará mucho más difícil hacerse con el acento.
De todas formas, lo mejor para aprender, recuperar o ampliar nuestros conocimientos son los cursos de idiomas en el extranjero, que ofrecen una completa formación dentro y fuera del aula. La formación reglada se complementa con la espontanea que se aprende a la hora de salir a comer con otros alumnos, ir al cine o disfrutar de la cultura de la ciudad donde se desarrolla el curso.
Independientemente del nivel que tengamos siempre hay cosas que podemos hacer para mejorar, además de asistir a los cursos de idiomas:
- Practicar una y otra vez
- No avergonzarnos y hablar con otras personas
- Usar el idioma regularmente
- Personalizar el aprendizaje
Existe la creencia popular de que aprender varios idiomas a la vez satura la mente, sin embargo la evidencia demuestra lo contrario: cuantos más idiomas aprendamos más sencillo resulta aprender otros.